«Hemos pagado mucho por mantener nuestra lengua, nuestra cultura y nuestra fe cristiana», afirma Khorén Terterián, encargado de negocios de la Embajada de Armenia en Madrid, país que hoy, 24 de abril,conmemora el comienzo del «genocidio» a manos de los turcos entre 1915 y 1923. Las autoridades de Ereván, capital Armenia, calculan que fueron masacrados aproximadamente 1,5 millones de sus ciudadanos. Esta cifra y el hecho de que fuera un exterminio planificado nunca ha sido reconocido por Ankara, que habla de 300.000 muertos propios.
El creciente peso de Turquía en la política internacional supone una cortapisa importante para las aspiraciones armenias de que se reconozcan esos hechos. Los deseos de ambos países de formar parte de la Unión Europea no parece argumento suficiente para que acerquen sus posturas lo más mínimo.
A caballo entre Oriente y Occidente y sin salida al mar, esta ex república soviética hoy marcado por los conflictos con dos de sus vecinos, Turquía y Azerbaiyán, con los que tiene cerradas las fronteras. Con los primeros, por la negación del genocidio y con los segundos, por el enclave de Nagorno Karabaj, poblado mayoritariamente por armenios pero que la ONU reconoce como azerí a pesar de la independencia autoproclamada la pasada década durante la guerra de 1991 a 1994.
Khorén terterián durante la entrevista
Esto obliga a Armenia a depender de Georgia, al norte, para tener acceso al mar Negro, y, sobre todo, de Irán, al sur, convertido sin importar las diferencias espirituales –unos cristianos y otros musulmanes- en el principal valedor internacional de los armenios, como reconoce Terterián. «A pesar de las sanciones, a nosotros no nos queda más remedio que tener buenas relaciones con Teherán», dice el encargado de negocios durante una entrevista con ABC en la que deja patente que el cierre de fronteras con sus vecinos supone un importante castigo.
«Estados Unidos entiende esto», responde el diplomático al ser preguntado por sus relaciones con los enemigos del régimen de los Ayatolás. Terterián trata de nadar y guardar la ropa al hablar del clima que ensombrece la región por las presiones sobre el programa nuclear iraní, que él entiende que tiene fines «pacíficos», pues Washington es también un importante apoyo para su país.
«No queremos problemas en la región y menos en Irán», señala sin esconder cierta preocupación. «Esperemos que se llegue a un acuerdo con los responsables del programa nuclear sin el uso de la fuerza, que sería desastroso para nosotros», añade. «¿Se imagina que nos cierran la frontera con Irán?», se pregunta refiriéndose a esos 35 kilómetros esenciales para su país.
El complicado juego de alianzas internacionales de las que depende Armenia lleva también al diplomático a no mojarse con respecto al conflicto sirio. «Difícil pregunta», reconoce. Moscú, cuya posición califica de «positiva», es otro de esos pilares de los que depende este pequeño estado de 30.000 kilómetros cuadrados y tres millones de habitantes, aunque cuenta con una importante diáspora. Pero la defensa de Rusia, ferviente aliado de Damasco, no le impide tratar de quedar bien a varias bandas: «Saludamos la posición de la Unión Europea y que el plan Annan con sus observadores impida que las partes se sigan agrediendo».
Armenia ganó una pequeña batalla con el reconocimiento en 2001 del genocidio por parte de Francia, donde viven varios cientos de miles de personas de origen armenio. Nicolas Sarkozy ha impulsado incluso en los últimos meses un proyecto de ley para que la negación sea delito a riesgo de salpicar sus relaciones con Turquía. El encargado de negocios armenio en Madrid no esconde que podía tratarse de un intento de ganar votos por parte del candidato a ser reelegido presidente o un bien un mensaje para Ankara: «si ustedes quieren ser parte de la UE, compórtense como europeos».
«Nadie duda del Holocausto y Alemania es visto como un país civilizado que, además, mantiene buenas relaciones con Israel», concluye.
El deseo de que España reconozca el «genocidio»
LUIS DE VEGA
Pero el caso francés no es el habitual. España, al igual que la mayoría de los países del mundo, no reconoce el genocidio armenio y ese parece el principal deseo de Terterián desde que en septiembre de 2010 se abriera la representación diplomática en Madrid.
El ex ministro de Exteriores Miguel Ángel Moratinos, asegura el diplomático armenio, prometió abrir Embajada española en Ereván, pero el actual Gobierno no ha movido ficha. Eso se entendería como un primer paso para estrechar unas relaciones bilaterales que el encargado de negocios no oculta que son escasas. De hecho no hay embajador y él es la cabeza de la diplomacia Armenia en España.
«Las buenas relaciones de España con Turquía» ahondadas en los últimos años con el proyecto de la «Alianza de Civilizaciones» impulsado por el ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero supone un importante escollo, reconoce Terterián.
«Turquía es hoy un estado moderno que será un día parte de la UE. Pero esto no tiene nada que ver con nuestro optimismo con respecto a que reconozca el genocidio», señala el diplomático. «A nosotros también nos gustaría ser vecinos de un país, Turquía, miembro de la UE sobre todo por nuestras aspiraciones de ser también miembro de esa familia». De momento forma parte de la quincena de países que se benefician de la Política de Vecindad.